CONSTRUCCIONES GANADERAS EN EL CAMPO DE ARROBA
TORILES Y BOLAOS
El hombre se hace ganadero en el Neolítico y convive con el ganado doméstico en su misma cabaña y poblado. Es una ganadería incipiente y poco perfeccionada, ya que solo alcanza un pequeño número de reses para la subsistencia. Esta actividad es complementaria de la caza y la recolección.
Con el Epipaleolítico y ya en el Calcolítico se produce un avance en cuanto al número de cabezas de ganado; ya no pueden estar en sus casas y poblados, tienen que pastorear lejos del entorno del asentamiento; el hombre se hace ganadero. La ganadería se convierte en la actividad principal, complementada con la caza y la recolección. La agricultura en los montes de Toledo es testimonial y sólo en épocas modernas se llega al cultivo de pequeños huertos y sembrado de cereales de secano. Las peculiares características del suelo y la climatología en esta parte de los Montes de Toledo, hacen de ésta una actividad de subsistencia.
El ganado pastorea y duerme en el campo, como ocurre en la actualidad en los pueblos de Arroba, Fontanarejo y Navalpino. Es una ganadería extensiva, que tiende a desaparecer dentro de pocos años. “Las dormías o majadas”, son los sitios mas idóneos para cada estación del año; en verano buscan sitios frescos (en arroyos o en umbrías); en invierno buscan sitios cálidos y resguardados del viento (solanas y abrigos).
Es frecuente, al atardecer, ver al ganado buscando el sitio adecuado para pasar la noche y es interesante observar cómo en la actualidad todos los lugares elegidos para ello cuentan con construcciones ganaderas como toriles, bolaos o apriscos, donde en algunos casos se aprecian también restos de la cultura Megalítica y del Bronce.
El hombre, al observar este comportamiento, empieza a construir corrales en los sitios donde duermen o tienen su “querencia” los animales, principalmente para protegerlos de lobos y zorros, sus principales depredadores. En un principio los hacen de jara, madroña y ramas de encina y es fácil observarlos en Arroba de los Montes, donde apenas llegan a una altura de 1,20 metros y se llaman “Bariles”. La palabra “baril” en la comarca tiene un significado de: “pared de arbustos pisados generalmente de jara o encina joven que sirve para cortar o encauzar el camino del ganado”.
Esta técnica ya era usada en el Paleolítico para dirigir y emboscar la caza a un sitio predeterminado. Con el tiempo, estos cercados ya son de piedra y se aprovechan las paredes cuarcíticas de las montañas para formar construcciones semicirculares. En la Sierra del Hontanar y realizadas con grandes piedras, hay construcciones de este tipo, de 2 metros de anchura y que alcanzan 1,60 metros de altura, procedentes de la época Calcolítica. Con el tiempo se hacen circulares y el grosor de sus muros se reduce a 1 metro en Época del Bronce. Son ejemplo de ello la abundancia de Castellones en el Campo de Arroba.
En la época medieval se utiliza la piedra y el barro y se levantan estas construcciones hasta llegar a la altura de una persona 1,70-1,80 metros, dando lugar a posadas de colmenas y cercados para ganado. Aún quedan ruinas de posadas que datan del siglo XIII-XIV en Arroba de los Montes, situadas en la Garganta de los Nogales, Puerto de Arriba, Caballos, Los Mesones, Los Barreros y Corral Grande (Corralón) . Su diámetro es de 25 metros y el grosor de sus muros es de 1,40-0,70 metros, resultando un área de 400 m2. En ellas podía haber alrededor de 100 colmenas de corcho; la altura de sus muros llega hasta los 2 metros para protegerlos de los osos tan abundantes en la época medieval. La ciudad de Toledo pagaba por cada oso muerto grandes cantidades de dinero, debido al perjuicio que ocasionaban éstos a las colmenas.
Hasta hace pocos años en los carnavales de Arroba existía el desfile de “La Osa” que consiste en disfrazar a un hombre robusto con una falda y envolverlo en tiras gruesas de corcho e ir por las calles del pueblo dándole palos mientras baila y le gritan ¡baila Osa!. Esto ha perdurado en la memoria colectiva, ya que cuando cazaban un oso le paseaban por el pueblo riéndose y burlándose de él para posteriormente matarle y cobrar su recompensa a la Ciudad Imperial.
A principios del siglo XIX, los pueblos del Campo de Arroba al independizarse de Toledo y tener su propio término municipal, empiezan a hacer ya construcciones permanentes para el ganado. En algunos casos reutilizan antiguos castellones de la Época del Bronce y en otros los hacen de nueva construcción con barro y tapial.
Son edificaciones cercanas a pasos ganaderos naturales, circulares, sin techumbre, de 15 metros de diámetro aproximadamente y un área de 300 m2. Rara vez tienen cimientos y si los tienen, suelen ser de unos 20 cm. de profundidad. Los suelos normalmente son afloramientos de peñas o pizarras para que se pueda barrer bien el estiércol y evitar la humedad. Todas estas construcciones mencionadas se llaman “Toriles”, su altura es la de una persona de 1,70 metros y están rematadas las paredes por “bardas” que son jaras con barro para proteger la pared de la lluvia y evitar su caída. Algunas paredes se rematan con lanchas de pizarra en épocas más modernas. En el arte esquemático son frecuentes las representaciones circulares y semicirculares que pueden referirse a estas construcciones ganaderas, sobre todo en culturas ganadero-recolectoras.
La palabra “Toril” posiblemente venga de “toro”. Toril sería un sitio o pasaje donde se guardan o se encierran los toros para las fiestas, siendo estos pueblos muy aficionados a los toros desde la Edad Media.
A principios del siglo XX se empiezan a construir los “Bolaos” que son edificaciones rectangulares con una cubierta de tejas, dividida y separada la parte para los humanos con cocina y poyo para dormir de la otra parte cubierta para el ganado. Además hay otro compartimiento al descubierto que sirve para el rebaño. Sus paredes son de piedra y tapial y su área aumenta respecto a la del Toril, llegando hasta los 400-500 m2.
La palabra “Bolao” tiene una referencia al viento y a veces cuando hace mucho viento puede tumbar las paredes (llamado este derrumbe “becerro”) y llevarse los tejados, por ello suele ser habitual poner piedras pesadas sobre las tejas y las cubiertas. Otra acepción podría derivar de la palabra “bol”, que en el diccionario de la R.A.E. de 1726 viene a decir “que es una especie de tierra roja, pegajosa como la greda, y colorada; la cual sirve para la última mano que se da a lo que se ha de dorar de bruñido”.
En la actualidad estas construcciones ya son de ladrillos y chapas metálicas, no acordes con el entorno ya que destacan demasiado sobre el paisaje natural de los Montes de Toledo, además estos materiales no son adecuados para el ganado, ya que en verano le aumentan el calor y en invierno no lo aíslan del frío. La única ventaja es que son más rápidos de levantar y por tanto más económicos.
Las construcciones se hayan todas en terrenos de particulares excepto dos que se encuentran en la dehesa Boyal de Arroba y fueron realizadas en la década de 1960 y otras dos en el Común de la Sierra, realizadas en la década de 1980. Todas estas edificaciones particulares fueron hechas después de asignar la ciudad de Toledo el término municipal a Arroba, y su ubicación reúne estas características generalmente: tener cerca un río, arroyo o manantial y estar al lado de caminos o pasos naturales que dan al común (con el fin de aprovechar sus pastos).
Todas estas construcciones deberían tener algún tipo de protección por parte de la Consejería de Cultura de la Junta de Comunidades de Castilla la Mancha, ya que son emblemáticas en el Campo de Arroba, crean una simbiosis con el paisaje y forman parte del patrimonio cultural y etnológico de los habitantes de la comarca.
En Arroba, concretamente han dado gran variedad de topónimos como las Plazuelas, los Redondales, las Cazoletas, las Atalayuelas, el Corralón, El Toril, Huerto Redondo o el Castellón.
JESUS VICTOR GARCIA
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