VENTURA
LEBLIC GARCÍA
Los
Montes de Toledo fueron un territorio fronterizo difícil de
colonizar no solo por los abrupto del terreno sino por la presencia
de grandes yermos o “sislas” en campo abierto expuestos a
correrías musulmanas que imposibilitaban el dominio efectivo del
territorio, donde se levantaron castillos y torres a lo largo y ancho
para protegerlo. Con el fin de estimular su colonización, se
otorgaron fueros y libertades a todos aquellos que se arriesgaron a
establecerse en el territorio. Después de la batalla de las Navas de
Tolosa (1212) se extiende y afianza la colonización de estas
tierras, naciendo pequeñas aldeas no exentas de otros riesgos en un
espacio geográfico inestable, dominado por bandoleros de frontera
que vivían organizados por sus jefes sin otra ley que la suya, en
las espesuras de los montes, cometiendo asaltos, robos y
enfrentamientos con los colonos que sin protección, sufrían el
rechazo violento de estas gentes, muchos prófugos de la justicia o
desertores de los ejércitos cristianos o musulmanes, conocidos como
golfines.
Por
este peligro común, aquellas familias pioneras de la colonización
monteña, se organizaron en grupos o cuadrillas que se reunían ante
la llamada
o “apelatio” en reuniones o llegas,
cuando se necesitaba. Armados con ballestas, lanzas y aquellas armas
domésticas de las que disponían, les hacían frente empleando sus
mismas tácticas de emboscada y guerrilla aplicando la “ley de la
defensión” cuando no existía autoridad que lo hiciera por ellos.
Para mantener una vigilancia y defensa permanente, crearon las
“hermandades” a lo largo del siglo XII y XIII, en las que un
grupo sostenido por los demás, prestaba un servicio a la comunidad.
Estas reuniones para organizar estrategias defensivas fueron el
origen de las llegas o llamadas y más tarde reuniones o juntas de
cuadrillas. Cuando el territorio monteño pasó al dominio señorial
de Toledo en 1246, existían varias hermandades que tenían por bases
los castillos fronterizos. Siendo Toledo quien las reunifica para
proteger los intereses de los colmeneros y apicultores que formaban
el grupo más influyente en la economía que se generaba en estos
montes y también con mayor riesgo por la depredación de los
golfines. Naciendo así la Hermandad que por ser de las más
antiguas existentes en el reino, se llamó Vieja de Toledo, que
continuó celebrando llegas. En las sierras de Talavera aquejadas del
mismo mal, se creó otra hermandad para combatirlo. En el año 1300
en la Aliseda del rio Estena cerca de la actual Navas de Estena, se
reunieron las dos hermandades aprobando una carta institucional en la
llega celebrada en este descampado, con el fin de aunar esfuerzos y
medios para combatir el peligro común de los golfines. Se levantó
acta, que hoy conservamos, siendo la primera conocida de una Llega. A
las dos hermandades se unió más tarde la de Ciudad Real creada con
el mismo fin. Esta lucha común dio como resultado la extinción de
los golfines, en el reinado de Sancho IV de Castilla (1258-1295).
Aunque el problema del bandolerismo permaneció y se hizo endémico
con más o menos intensidad hasta el siglo XX.
Las
primeras llegas se celebraron en descampados acudiendo las
hermandades con sus tiendas y posteriormente en espacios cubiertos.
Después de la división de aquella federación hermandina,
celebraron su actividad institucional cada una en sus respectivas
sedes construidas en las ciudades.
Los
cuadrilleros, que formaban parte del brazo armado de la Hermandad,
procedían de las aldeas monteñas y sus representantes acudían a
las llegas como asalariados, en defensa de los intereses apícolas de
los propietarios y de su propio trabajo. Sin embargo pronto se
dieron cuenta que nadie atendía a los problemas del común de sus
vecinos y se perdió el interés por la Hermandad. Algunos pueblos
mantuvieron individualmente pleitos con Toledo desde el siglo XIV y
ante la presión fiscal de su Ayuntamiento, los abusos de los Fieles
del Juzgado, las amenazas toledanas, las arbitrariedades de los
guardas, etc… decidieron mantenerse unidos en torno a las llegas
agrupándose en las cuadrillas establecidas o distritos que
comprendían varias aldeas, estableciendo una Junta de Cuadrillas que
se reunía en Retuerta del Bullaque, donde además del reparto de las
Tercias Reales con las que se beneficiaban desde tiempo inmemorial,
trataban y discutían otros asuntos de interés comunal: concordias
con Toledo, pleitos y reclamaciones, actualización de ordenanzas,
arreglos de caminos etc… pese a la oposición de Toledo.
Estas
llegas o Juntas de Cuadrillas, estaban compuestas por uno o dos
representantes de cada lugar, elegidos por concejo abierto o
designado por los regidores que estas asambleas populares, de fuerte
tradición castellana, nombraban. Se calcula que a la Llega
concurrían entre veinte a veinticinco procuradores.
Los
enfrentamientos de las llegas con Toledo se hicieron frecuentes en el
siglo XVII y XVIII tanto es así que en 1791, la Llega solicita al
Rey por vez primera, la emancipación de Toledo y adquirir la
independencia municipal, exentos del dominio señorial de su
Ayuntamiento.
A
principios del siglo XIX se inicia una revuelta campesina, llegando
algunos concejos en 1811 a negar la autoridad de Toledo sobre ellos y
sus montes. En la Llega de 1813 se redacta un manifiesto dirigido al
Ayuntamiento de la ciudad que se reparte por sus calles y plazas, en
el que los monteños expresan su voluntad de convertirse en villas de
realengo, no reconociendo otra autoridad que la del Rey, en virtud
de la Constitución de 1812. Sucedieron nuevas peticiones a las
Cortes y en la Llega de 1814 se reafirman en desconocer la autoridad
toledana en todo el territorio monteño y sus lugares poblados. En la
de 1820 se solicita al Supremo Congreso Nacional, abolir el señorío
toledano y todos los impuestos que percibía, para quedar en igualdad
con el resto de los españoles. Se acuerda en esta misma Llega, entre
otros asuntos, rechazar cualquier autoridad que nombre el
Ayuntamiento de la ciudad en el territorio de los Montes de Toledo.
Y
aparece en el horizonte histórico la fecha tan anhelada por los
monteños. Por R.O. de 27 de septiembre de 1827, se ordena extinguir
la mancomunidad de pastos, otorgando a cada población monteña una
dehesa boyal, acabando así con el monopolio ganadero origen del
atraso agrícola de los Montes, también esta R.O. deroga el impuesto
del dozavo, y ordena “que
a cada pueblo se le asigne un término de tierra correspondiente a su
población y que se reparta entre los vecinos para que la descuajen y
cultiven”. Con
esta disposición se iniciaba la desconexión administrativa con
Toledo, creándose los términos municipales. Concluido este objetivo
y para mantener unido el territorio bajo una administración y
autoridad judicial, se creó una Alcaldía Mayor en Navahermosa que
pasaría a convertirse en el centro administrativo de los Montes de
Toledo. En 1836 quedaba disuelto el señorío municipal de Toledo y
que junto con las desamortizaciones de Madóz en 1855, dieron por
concluido cualquier indicio de propiedad del Ayuntamiento toledano
sobre su antiguos montes, alcanzando la emancipación plena todas
sus poblaciones.
En
1833 se había dispersado y dividido el territorio entre dos modernas
provincias, Toledo y Ciudad Real atendiendo a las vertientes del Tajo
y Guadiana, y tres partidos judiciales, acabando desde los despachos,
lo que voluntad del pueblo a través de las llegas, un ejemplo de
“parlamentarismo rural”, había mantenido durante siete siglos.
Con las llegas actuales, se
pretende recordar aquella institución monteña y castellana,
adelantada en la representatividad comunal, tomando el testigo y
mensaje de unidad heredado y así se mantiene hoy, como una de las
señas de identidad de los Montes de Toledo y símbolo de pertenencia
a una cultura común y solidaria en unos tiempos nuevos en los que
permanecer unidos en la diversidad de nuestros pueblos es
imprescindible para el desarrollo presente y futuro de la comarca.
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